Roberto Sánchez, Sandro de América, nació el 19 de agosto de 1945. Es uno de los íconos más emblemáticos de la historia de la música global. Vivió sus primeros 23 años en una humilde casa de Valentín Alsina, sobre la calle Tuyutí 3016, a la que apodó como “yotivenco”.
Amante del barrio, era habitué de los sitios distintivos de Alsina, como la parroquia San Juan Bautista, la Plaza Constitución, la Biblioteca Popular Sarmiento, el Club Sportivo Alsina y la escuela primaria República de Brasil, donde aprendió a leer y escribir.
A los 13 años compró a crédito su primera guitarra y a los 15 años formó su primera banda, Los Caniches de Oklahoma, y grabó su primer tema, un rock en castellano de su autoría, titulado “Comiendo rosquitas calientes en el Puente Alsina”.
Debutó en público el 9 de julio de 1958, con tan solo 13 años, en el Salón La Polonesa de Valentín Alsina, haciendo un homenaje a Elvis Presley. Al poco tiempo de comenzar su carrera artística adoptó el nombre de Sandro, que era el que deseaban ponerle sus padres y el registro civil rechazó. A su vez, también tomó el sobrenombre de Gitano para homenajear a su abuelo paterno que descendía de gitanos húngaros radicados en España.
En 1961, su primera banda pasó a llamarse Los de Fuego y en 1963 Sandro y Los de Fuego. Eran los tiempos en donde alternaba la música y la vida de barrio en el Club Sportivo Alsina.
Sandro vivió en Alsina hasta 1968, cuando se mudó con su madre al centro de Lanús Este, más precisamente a Pringles 1477, cerca del Hospital Narciso López. Permaneció hasta 1972 y fue su último domicilio en la ciudad.
En 1970, todavía siendo vecino de Lanús, Sandro se convirtió en el primer latinoamericano en cantar en el mítico estadio Madison Square Garden de Nueva York, en una jornada que también fue noticia por ser la primera transmisión en vivo de forma satelital.
El Gitano tenía una profunda nostalgia por el barrio. Ya de grande, siendo un artista consagrado, su costumbre era la de ir a pasear durante la madrugada para recordar lo que fue su infancia y sus padres, especialmente luego de presentarse en el Gran Rex. Ese era su ritual privado: volver a Lanús, a su amada Valentín Alsina.
Sus 52 álbumes originales, con más 9 millones de ventas, y todas sus presentaciones por el mundo tuvieron un punto de partida: Lanús, donde Roberto Sánchez se aferró a sus ilusiones y se convirtió para siempre en Sandro de América.